quinta-feira, 20 de junho de 2013

Tras el vino

¿Qué va a ser de este texto por la mañana cuando me despierte sobrio de este vino (¡argentino!) que me chupé mientras veía a una película (¡argentina!) que no me hacía soñar con vos? Va, no lo sé. No me importa.

Te extraño, ¿hace falta que te lo diga? Y te sigo esperando aunque trate de convencerme de que ya no te espero. Me cansa. Pero, día tras día, sé que un día más quiere decir un día menos en esta larga cola de espera en la que me metiste.

Todavía espero por el día en el que me vas a cruzar, así de la nada, como lo tramaste. Me voy a sonreír tratando de disfrazar el ataque que seguro voy a tener. ¿Mirarte los ojos, una vez más? ¿Abrazarte y sentirte en mis brazos como antes? ¿Tocarte la piel como un ángel toca al cielo? ¿Olerte el perfume como la chica enamorada huele a una rosa? No lo sé. Es como si me muriera y me despertara en otro mundo, en otra dimensión. No, todavía no estoy listo.

Pero lo espero. Lo espero a este día como espero por vos. Porque ustedes dos no son sino la misma cosa. Vos el día. Hoy la noche. Vos la vida, hoy el silencio. Vos la luz, hoy… hoy la oscuridad.

La oscuridad, la palabra esta que tuve que buscar en el diccionario. Porque ya no me acuerdo de tu idioma. No me acuerdo de tu voz. Ni tampoco me acuerdo de nos(otros). Pero sí, sí me acuerdo de vos. En cualquier idioma.

¡Ay, la puta madre! 


Perdón por la demora, me fui a buscar una copa más.

Pero te decía…

Dale, che, vení.

Pero no me avises. Haceme una sorpresa. O, mejor, ignorá todo eso que leíste de un borracho que se enorgullece y se maravilla viendo las letras que nacen de la punta de la lapicera.

Seguí con tu vida. Y dejame seguir con la mía.

Pero no te olvides de nuestra cita. En algún día, todavía en esta vida, en mi país o en el tuyo, en portugués o en castellano. Pero no te tardes mucho, porfa.

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